Mi primer día del padre sin ti, papá. Te echo mucho de menos, aunque sigues conmigo. Cuídame, allá donde te encuentres. Te quiero.
MI PADRE.
Te fuiste apagando poco a poco
en el débil resplandor de aquella llama.
Lágrimas se derramaban entre gritos
inundando el océano de tus mejillas blancas,
con el eco de una única palabra, ¡MADRE!,
que vivía alojada en tu garganta.
Miedo a la otra vida.
Miedo a la nada.
Tú no querías perder
el soplo de vida que te quedaba.
Ya no estás en esta tierra leve,
pero sigues aquí.
Y seguirás en cada instante,
en cada recuerdo,
en cada lugar que fue tuyo,
en cada sonrisa a medias,
en cada palabra franca.
Tus silencios y los míos,
que son ya solo nuestros,
permanecerán intactos
en mi corazón que es tu casa,
y aquí sentirás el calor
de esta paz que ahora te abraza.