El nombre de aquel hombre era cacofónico. Eso hacía que pronunciarlo correctamente fuera complicado si se decía a una cierta velocidad. Pero no sonaba mal. La aliteración de eles se me antojaba que era el interruptor de la luz que se encendía en su cabeza tomando forma de numerosas bombillas que se convertían inmediatamente en ideas.Tantas bombillas, digo ideas, se acumularon en su cabeza que, cuando quería recrearse con alguna, no la encontraba.
Un buen día, mientras se hallaba absorto inventando una nueva idea, su disco duro le avisó de que estaba lleno. Ya no entraba nada más. "No me queda más remedio que ordenar todas las ideas para que ocupen menos espacio y poder guardar otras nuevas" - pensó -. Y se dispuso a liberar los huequitos de aquel disco duro en que se había convertido su cerebro.
Un buen día, mientras se hallaba absorto inventando una nueva idea, su disco duro le avisó de que estaba lleno. Ya no entraba nada más. "No me queda más remedio que ordenar todas las ideas para que ocupen menos espacio y poder guardar otras nuevas" - pensó -. Y se dispuso a liberar los huequitos de aquel disco duro en que se había convertido su cerebro.
Comenzó por las más recientes. Eran bombillas pequeñas, con un halo de luz irreverente que todavía no se habían desarrollado lo suficientemente para tener entidad propia. Esas ocupaban poco sitio si estaban bien colocadas.
Giró las cuencas de sus ojos por los pasillos de aquel laboratorio de ideas y se entretuvo en desechar aquellas que, aun siendo buenas, sabía que no iba a poder realizar jamás por falta de iniciativa. Claro que, después de ver lo bonitas que eran y el juego que le podían dar cuando estuviera realmente aburrido, decidió almacenarlas en la trastienda de su mente.
Y, por fin, llegó a las bombillas que más trabajo le había costado alumbrar, esas que tenían el don de manifestarse en todas sus dimensiones con solo cerrar los ojos. Comenzó a ordenarlas por orden de nacimiento, pero cuando había revisado unas cuantas se dio cuenta de que no podía guardarlas todas. Y, ahora, ¿qué? No podía sacarlas de allí. Eran su tesoro más preciado. Había invertido mucho de su tiempo dándoles forma en su cabeza, alimentándolas del más puro talento, sin dejarlas salir de allí por miedo a que en el exterior perdieran toda la magia con que habían sido concebidas.
Con mucho esfuerzo consiguió ensamblar las ideas como si de piezas de un rompecabezas se tratara. Solo le faltaba una por colocar. Trabajó sin descansar intentando acoplarla en diferentes partes de aquel almacén que estaba repleto desde hacía ya tiempo. Entonces sucedió. Con tanto vigor había intentado que todas ellas entraran, que su cabeza estalló como un globo y una de las ideas salió a la vida volando como una cometa.
Estupefacto comprobó que aquella idea inquieta y saltarina le animaba a que la plasmara en algún lienzo blanco olvidado en su memoria. Y con tantos colores se fue desgranando en su cabeza que acabó por hacerse realidad convirtiendo a su autor en un firme candidato al premio al mejor ideólogo.
Ideas pequeñas (Ángel Luis López Pérez)
Y es que aquel hombre cuyo nombre era cacofónico, pasó por fin de ser un coleccionista de ideas a aquello que siempre había deseado: un extraordinario pintor.
Me ha encantado y lo más importante es la forma de transmitir que tienes,por asi decirlo es una sencillez muy dificil de lograr. Seguramente esté muy orgulloso tu compañero por la forma de expresar y describir ese sentir que es el sentir que muchas veces tenemos todos y no sabemos expresarlo de esta forma.Me quedo con la frase "una de las ideas salió a la vida volando como una cometa", ya que es lo que pretendemos todos que nuestros sueños y nuestras ideas vuelen y se conviertan algún día en una realidad como la de Ángel.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
Ingenioso Anabel.Me ha hecho sonreír por aquello de meterse uno con sus propios ojos a poner orden en las ideas.!Que falta me haría algo así! Un beso. Te felicito de nuevo.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme Emil. Es verdad que de vez en cuando debemos mirar hacia adentro para poner orden. Un beso.
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