18 de diciembre de 2011

Amarga Navidad

Aquella caja de cartón era su casa. Tenía una especie de puerta y algunos pequeños orificios en un lateral para poder ver los pies de quienes pasaban por aquella destartalada calle.

Dentro de la caja, sobre un colchón rescatado de un contenedor cercano, dormía aquella mujer menuda de pelo blanco. Aquel invierno estaba siendo terriblemente frío y se había recogido antes que de costumbre en aquel hogar improvisado al abrigo del viento.

No había podido conseguir comida y estaba extremadamente débil. Cerró los ojos para intentar dormir y poco a poco fue entrando en estado de semiinconsciencia. Su mente viajó en el tiempo hacia aquella Nochebuena en la que descubrió el verdadero significado de la Navidad. Su madre la había llevado a cenar a un albergue en el que se alojaban algunos niños huérfanos. Fue una velada tan intensa y confortante que en ese momento decidió dedicar su vida a ayudar a la gente sin hogar. Y aquel fue también el motivo de que ella hubiera perdido el suyo: lo había dado todo a los demás sin pedir nada a cambio.

Y ahora estaba de nuevo en aquel albergue riendo y cantando junto con aquellos niños de entonces que ahora tendrían su misma edad. La música y las risas volvieron a su cabeza en un recuerdo que nunca había dejado de ser reciente. Vio a su madre repartiendo caramelos y cuentos y abrazando a todos los que allí estaban. Esperó pacientemente a que acabase para dirigirse hacia ella. Mientras se acercaba lentamente, empezó a sentir una paz inmensa al ver la mano tendida de su madre para atraerla hacia sí y se abandonó al abrazo cálido y amoroso de quien más la había querido.

Abrió los ojos por última vez y pudo ver a través de las pequeñas ventanitas cómo las estrellas alumbraban el camino que debía seguir mientras su madre le pedía que lo tomara para poder disfrutar juntas de otra inolvidable noche en familia. Fue entonces cuando supo que en Navidad, todos los caminos llevan a casa.

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