LOS LISTILLOS 😖
Con la edad, cada vez me paro más a observar lo que hace la gente a mi alrededor e intento adivinar los motivos que llevan a algunas personas, familiares, amigos o conocidos, principalmente, a creer que son más inteligentes que tú, cuando en realidad son solo unos listillos resabiados y, la mayoría de las veces, aprovechados y malas personas. Algunos, incluso, son verdaderos profesionales de la desvergüenza.
Me hace mucha gracia esa gente que se pasa el día alardeando de haber contestado tal o Pascual (de malas maneras casi siempre porque de educación andan escasitos), armándose de razón porque la otra persona no le ha replicado, sencillamente porque se da cuenta de que no merece la pena, porque sabe que su nivel intelectual está un poco limitado o porque intuye que, como van sobrados de mala leche, se va a liar un pollo de cuidado y prefiere dejarlo estar; o aquellos que se ríen a carcajada limpia cuando se cuelan en una fila porque les parece que así son más desenvueltos y sagaces que los demás, sin pararse a pensar en lo incívico de su actitud; o los que se aprovechan del trabajo de otros y se regodean de ser la rehostia de listos por no haber dado un palo al agua y haberse llevado las palmaditas en la espalda, llegando, incluso, a ofrecer ese trabajo a otras personas, como si fuera de su propia cosecha, cuando en realidad, ni siquiera saben cómo meterle mano; o los que no respetan las normas ciudadanas básicas porque no conocen la palabras empatía, respeto y solidaridad, entre otras, ya que siempre hacen lo que les va bien a ellos en cada momento y en cada lugar; o esos que no se acuerdan de ti nada más que cuando necesitan que les resuelvas algo y te pasan el jabón por el lomo creyéndose que picas ante el peloterío precedente a lo que realmente van a buscar; o los que pretenden utilizarte para llenar los huecos vacíos en su calendario; o los que lo saben todo y todo lo discuten, aunque no sepan de casi nada, pero lo que dicen ellos va a misa; o los que se pasan el día dando pena para preparar el camino y ver si te la cuelan y les solucionas, con toda tu buena fe, algún problema económico; o los que aprovechan un regalo bonito que les has hecho con todo el cariño para endosárselo a otro porque así no gastan dinero y, cuando ellos te hacen el regalo a ti buscan y rebuscan hasta dar con lo más barato (así de cutres son); o los que nunca llevan dinero encima a la hora de pagar o, en ese mismo momento, les entran ganas de ir al baño; o los que aprovechan para comer y beber lo más caro de la carta solo cuando saben que se va a pagar a escote; o los que te dejan de hablar porque les incomoda verte la cara después de haberse portado contigo como unos sinvergüenzas...
Y todo ello lo hacen levantando bien la cabeza para que todo el mundo sepa lo listos que son, aunque, en realidad, solo muestren una cara más dura que el cemento armado. Se enorgullecen de su listeza y, de paso, creen que que los que están enfrente son tontos, simplemente porque se callan, todo ello sin sin darse cuenta del inmenso ridículo que hacen (o sí, que ya se sabe: dame pan y llámame perro).
Y, claro, cuando alguien se harta y les saca los colores al decirles que ya no cuela, inmediatamente pasan al ataque, borde y poligonero casi siempre, porque no soportan ver que has dejado al descubierto su ignorancia, su caradura, su soberbia, su raterío o, lo que es peor, su maldad. Y entonces, pasas a ser el malo. O la mala.
A mí los listillos nunca me han aportado más que decepción (a veces, también risa), al ver sus formas de actuar tan ridículas, tan retorcidas, tan chabacanas o tan aprovechadas. Y, casi siempre, tan burdas y descaradas.
Algunas de esas personas, antes muy queridas, ahora me dan mucha pena. Solo pena. Y, a veces, risa, mucha risa. ¡Ah! Y ya no me callo… 😊
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