20 de diciembre de 2013

Las vacaciones de la maestra

Para todos los maestros que sufren el desprecio de quienes no les conocen.

La maestra no tuvo vacaciones de verano. Lo pasó trabajando sin descanso para no partir de cero en aquella andadura nueva que implicaba estar al cien por cien para neutralizar desde el primer momento la comprensible inquietud que producía que personas ajenas al grupo entrasen de lleno en un engranaje que, según le habían confirmado, no funcionaba.

Intentó entender el modo de trabajar de la gente que allí se encontraba leyendo con interés lo que opinaba cada persona, escribiendo en aquel cuaderno morado cada nueva mejora ralizada años atrás, con el deseo intacto de volver a sentir el contacto con los niños y de recuperar sus vacaciones de maestra perdidas varios años atrás.

Comenzó aquel trabajo una mañana de septiembre con alegría e ilusión, con muchas ganas de aportar su experiencia, con muchas ganas de conocer gente nueva de la que aprender, con muchas ganas de dar un giro a su vida profesional para no tener que comulgar con ruedas de molino y no volver a realizar un trabajo que ya no le ilusionaba, para sentirse feliz con su verdadera vocación: la de enseñar.

Los comienzos fueron difíciles, muy difíciles. "Se pasará el primer mes". Pero no. Pasó el primero, el segundo, el tercero, el cuarto mes..., y cada día que pasaba era una losa que parecía insalvable. Con el paso del tiempo se fue convirtiendo en una extensa diana en aquel paisaje hostil que la ahogaba cada día un poco más, pero que, a la vez, tiraba de ella para continuar con aquella labor tan difícil y tan impopular que le habían encomendado.

Entonces decidió concentrarse en las cosas buenas que vivía allí cada día: esos pequeñitos a los que echaba carrerillas por los pasillos; esos niños a los que enseñaba a reflexionar antes de contestar impulsivamente; esa compañera de mesa que tanto le había ayudado con un desconocido programa informático que se le resistía; ese equipo con el que hacía una piña, esas personas que habían ido a mostrarle su apoyo, todas esas cosas buenas que había gestionado para que hiciesen la vida un poco más fácil a los demás..., aunque nunca nadie pronunciara la palabra "gracias". No, no todo había sido tan malo.

El día de las ansiadas vacaciones por fin llegó. Cuando todo el mundo celebraba la fiesta del último día, se detuvo a observar todo lo que estaba pasando alrededor. Por un momento deseó no haber ido nunca allí, pero fue solamente un  instante, porque tan solo un segundo después, decidió que nada ni nadie le quitaría la iusión de recuperar cada año en ese mismo lugar, sus vacaciones de maestra.