1 de diciembre de 2015

La mala persona


Para los que solo saben llenar el hueco inerte de su corazón haciendo daño a los demás.

Él tuvo siempre una vida tan insana, vacía, cobarde, estúpida y miserable que el único esfuerzo que se permitía cada día era idear cómo dañarla a ella, que una vez le quiso, y a los demás, que también le dieron su cariño. Sin embargo, por más que lo intentó y lo intentó, después de tantos años no había sido capaz de doblegarla a su maldad y acabó por hacer que todos los que le rodeaban se fueran alejando huyendo de él como de la peste.
Aun así, perseveraba ideando vilezas con las que llenar sus días plomizos de anacoreta huraño. Lo intentó de todas las formas posibles, y en el colmo de sus ruindades utilizó pequeños corazones que estaban aun por pulir y por formarse en el amor y en el respeto, pero tanto los estrujó para asfixiarlos entre sus maquiavélicas manos que de aquellos latidos solo pudo recoger toneladas de indiferencia, de un desinterés tal hacia su persona que frustraba una vez y otra su existencia como hombre.
Y ese cuerpo tan recomido por la envidia, el orgullo y la soberbia, comenzó a encogerse y a arrugarse de tal forma, que se convirtió en una fea y deforme piedra molesta a la que dar una patada para apartarla del camino por el que transitaban las personas a las que debía haber amado y no pudo.
Y, después de muchos daños, cuando comprendió que su existencia no importaba a nadie, por fin se evaporó.