10 de noviembre de 2023

La carta que nunca te escribí, Crohn

 

Llegaste a mi vida sin permiso

en forma de río inabarcable,

de meteoritos que rompían mis entrañas,

de huracanes maquiavélicos de viento,

de mares violentos de cristales,

con sangre que manaba de mi vientre

haciendo de mis noches y mis días,

un manto de ceniza insoportable.

 

Tomé la decisión de detenerte,

y alcé un muro para frenar tu avance,

mas, enfurecido, comenzaste a vomitar

de mi abdomen las piedras curativas

como expulsan los volcanes,

furiosos y voraces, su lava incandescente,

partiendo en mil añicos mis glaciares

abruptos, exhaustos y malheridos,

en una cruenta guerra en la que yo,

no permitía que de mi cuerpo

pudieras llegar a alimentarte.

 

Y lleno de indignación, enojo y rabia,

decidiste que entraran, una y otra vez,

los cuchillos afilados en mi cuerpo

como castigo cruel a mi valor,

a mi osadía y a mi constancia,

partiendo en mil pedazos mi universo.

 

Y yo me armé de un valor desconocido,

buscando mi venganza en mil batallas

para que en la mutilación de mis caminos

no pudieras ni vencerme, ni engañarme, ni abatirme,

ni exigirme con tu clásica soberbia

que mis manos blandieran una bandera blanca.

Y no te dejé colocar tu espada en mi cabeza,

ni que borrases de mi rostro la sonrisa,

ni que consiguieras, a pesar de tus esfuerzos,

que te odiase, porque no estaba sola en esa guerra.

A mi lado había gente que me amaba

y que hacía de mi mar, un mar en calma.

 

Y mientras tanto, silenciosos, mis soldados interiores

se aliaron con ejércitos de gente sanadora

que hacían de mis breves despertares

miradores de horizontes de la vida

que tenían todo el peso en mi balanza,

y ahuyentaron con el humo de su hoguera

cualquier atisbo de ataque a mi esperanza.

 

Y aquí estamos ahora, tú y yo, en punto muerto.

Yo te muestro mi indiferencia y tú,

tú no avanzas.

No somos amigos, no, ni lo seremos,

que con tu forma de ser casi me matas.

Pero sí sé que estarás ahí dentro, al acecho,

esperando que aflojen mis defensas,

y me hallarás siempre mirándote a la cara.

No te quiero ni ver, pero te veo, cruel enemigo,

aunque, ¿sabes qué?

Jamás podrás llegar a mi alma.